lunes, 28 de septiembre de 2009

Crónica y delirios de un escritor

Día cinco

Es este día, quiero cambiar. Caminando por la calle principal sentí algo que nunca había sentido ni se parecía a la última sensación y mis fuertes latidos de corazón. Fue aquella noche en el baile de los viernes, cuando hablé con la rubia vestida de negro. Ese día sentí algo raro: trabajo hasta tarde en las oficinas del Supermercado de la cuadra, soy el encargado de ventas del sector jardinería. Todos los días es discutir con cientos de señoras y señoras por que “la semilla no crece”; “el plantín se pudre antes de tiempo”; todo lo mismo, siempre igual. La misma ropa (pantalón rojo y camisa blanca; el gorro y la corbata haciendo juegos con el pantalón: en composé), el mismo corte de pelos; hacía desde que tengo uso de razón que me cortaba el pelo cual militar “para dar una imagen de fortaleza” repetía papá.

¿Quién eres?, ¿acaso me buscas por algo?, ¿Soy yo? ¿Por qué vienes a mí? No tengo respuestas más que monosílabos insensatos. “Si”, “No” ¿qué quieres de mí? ¡Déjame! Solo quiero escribir. Hace cinco días que como arroz con semillas de girasol ¿Qué quieres cambiar?, ¿para qué? Eres feliz, tienes trabajo, hablas con personas de todo sexo y edad ¡Vete! No quiero verte ni sentir tus quejas. Estoy sudando frío, ¿no ves? Ya estoy nervioso, no quiero que hables a mí espaldas. Dime la verdad, ¿viniste a mí porque piensas que tienes una vida perdida? ¿Viste mi clasificado en el diario?, ¿te crees tan importante para morir aquí? ¡Por favor!, mírate: estás vestido con un traje de payaso de circo sin ciudad para visitar. No sirves para morir, estás hecho de carne y huesos, y tus sentimientos se ven en la retina de tus ojos, ¿no ves? Estas enamorado joder, amas a no se quien ¿A la chica rubia que te pidió que la aconsejaras con sus flores? Querías regalarle la florería y no te animabas ¿Acaso quieres morir por que estas amando y quieres morirte con ese sentimiento?, ¿tienes miedo a que te rechace? ¿no eres nada?, ¿no tienes casa, ni nadie te extraña en tu casa con escalera al techo? Vamos hijo, vete a dormir que es tarde, tienes mucho que hacer mañana.

martes, 22 de septiembre de 2009

Crónica y delirios de un escritor

Día cuatro

Pienso en ella. En aquella mujer que, con su perfume, cambió mis olores. Cambió mis huesos de lugar, cambió el color de mi piel. Por ella vivo, por ella respiro. Si no fuera por ella, ya hubiese muerto. Mucho antes de pensar en que escribir en esta noche. Llevo cuatro días intentándolo. Es culpa de ella: si no hago otra cosa que pensar en su cara, sus manos, su olor. Hay! ¿Por qué el amor vuelve tan idiota a la gente? No me deja caminar. Pienso en ella. Mi amada. Bienaventurada, hermosa, única. ¡Díos! Puede ser la inocente. No, no lo puedo permitir ¡Maldito seas! ¿Dónde estás?


Siento ruidos. Alguien viene por mi ¿Será ella? Siento su olor. Ese olor a jazmines. Dios, eres tu. Llegas para darme vida. Llegas para que deje de pensar. Llegas para hacer que entienda. Llegas para llegar, para que deje de escribir, para que esté pendiente de tus movimientos, de tus palabras. Llegas para molestarme. Para interponerte en mi camino, en mi historia, en mi vida. No sirvo, no quiero, no puedo. No, no quiero ¡Vete! No quiero ver tu cara. Esa cara que me desvela y no me deja dormir. Te odio. Te odio más que a mí. Por ti soy lo que soy. Un idiota pensando en morir. Por ti soy lo que soy. Tengo ganas de acabar con tu vida. Tengo ganas de verte morir. Tengo ganas de verme morir. Verme morir. Ya me canse de verme al espejo y ver la misma cara. Si te mato, me muero. Si dejas de respirar, podré al fin vivir en paz. Podré al fin respirar.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Crónica y delirios de un escritor

Día tres

Dios quiere algo para mi. Lo siento, lo presiento ¿Por qué no esperar un tiempo más? Hay personas peores que yo: el maldito asesino de esa pequeña niña; el político corrupto, que es más asesino que ninguna otra persona; el vecino, con su ronquido dominical. Lo único que logra es que necesite matarlo para poder dormir. Asco me da cruzarlo en el ascensor. Con ese aroma a vómito. ¡Por dios! ¿Acaso él no merece morir?

Morir para matarme. Matar para morirme. Siempre me pregunto quién soy, para que he nacido alguna vez. Si sirvo para algo. Creo que no. Ni para respirar, la alergia me mata. No respiro como las personas normales ¿Caminar? Siempre termino con mis ligamentos rotos. Mis extremidades inferiores no dan más. Quieren irse ya. El problema, es que ellas no se pueden liberar por si solas. Nacieron, crecieron y se desarrollaron en mis días dorados. No pueden vivir sin mi. No serían más que carne pudriéndose en algún sector. Quizá sea mejor así ¿Llegará lejos mi mano? ¿Hasta dónde llegará mi pie? Tal vez sea lo mejor que hagan en su vida. Separarse para irse algunos metros de mi cuerpo. Sería lo más glorioso. Morir a pocos metros de su mentor. Un mentor bueno para nada. Los dejaré libres. Así pueden pudrirse sintiéndose únicas. Dejaré un recado, cuando muera, para asegurarme de que vayan a un mejor lugar ¿Qué más puedo hacer por ellas? Fueron mis fieles amigas.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Crónica y delirios de un escritor

Día dos

Tengo que dormir. Hace días que no cierro los ojos. Todo me despierta. Cualquier ruido, sonido. Todo, lo más mínimo. Un mosquito volando, me vuelve loco con su aleteo continuo. Quiero dormir para siempre. Que nada me despierte. Es el momento. El punto exacto. Hay que morir. Morir para poder matarme. Tan solo morir, fallecer. Es simple: dejo de respirar por unos minutos; o corto los cables que unen mi cuerpo. En las muñecas es el mejor lugar. Es fácil. Tengo que servir para algo. No soy tan inservible. Por algo he vivido este tiempo. Algo debo saber hacer. No tengo que fallar. Si muero, mueren violadores, alcohólicos, gente que no ve más allá de su nariz. Que les importa más el dinero que respirar. Si muero, mueren.

La lluvia no para. Quizá alguien esté llorando por mi. Voy a dejar de existir, voy a volver a vivir. Naceré en algún otro lugar. Quizá la lluvia sean mensajes del cielo. Dicen que no hay lugar como arriba. No llegué más lejos que la terraza del edificio. Estuve cerca y lo único que sentí: vértigo. Quizá Díos este llorando porque sabe que voy para allá. No debe de ser mi lugar. Soy solo barro, estoy hecho de putrefacciones baratas. De esas que se encuentran por ahí, en cualquier lugar.